
Valeria volvió a bajar al jardín. Paseó
tranquila con el aire acariciando su piel. Pronto ese aire se volvió un viento
arrollador. Corrió para volver dentro del palacio pero, ante sus ojos, se
levantó un laberinto de la nada. Corrió de un lado a otro, sin encontrar la
salida. En un claro de éste se encontró con Sandro Lo Greco y su penetrante y
oscura mirada. “Valeria”… susurró. “Valeria”… Ella corrió y
corrió sintiendo la mirada de Sandro en la nuca. La abrasaba. “VALERIA”
escuchó en su cabeza. “¡Déjame en paz!” – chilló. Cerró los ojos con
fuerza y al abrirlos solo vio… verde.