DEAR DIARY 3




"Chica joven bajo la lluvia. Tiene un paraguas en la mano y lágrimas saladas caen por su rostro."

Querido diario:

Al principio ni siquiera noté las gotas de lluvia que caían sobre mi rostro. Ni siquiera noté el frío que provocaba aquella tormenta otoñal. Ni me di cuenta de en qué momento había bajado la mano que agarraba el paraguas, prestándome así a la tempestad.

NEGRO SOBRE BLANCO #1 "LO QUE TAHIS ANDA ESCRIBIENDO".


En negro sobre blanco iré presentando diferentes blogs de escritura, sus novelas, relatos, iniciativas de escritura con el fin de crear una lista de blogs de estas características entre todos.


¿Quién escribe? Edith T. Stone, pseudónimo que utiliza la tinerfeña Tahis de 23 años.





DEAR DIARY 2



"Niño de 9 años sentado en el pasto observando el cielo, junto a él tiene un peluche desgastado."


Querido diario:


Hoy, en el colegio, todos se han reído de mí por jugar en el recreo con un “asqueroso peluche gastado”. Cuando he llegado a casa, se lo he contado a mi mamá, y se ha enfadado mucho. Me ha regañado porque he llevado a clase el juguete que me regaló papá y dice que es asqueroso… Cuando se divorciaron, porque papá viaja mucho, le prometí que no me olvidaría de él y que siempre llevaría a todas partes mi osito de peluche. Bueno… nuestro osito de peluche. Ahora solo le veo en Navidad y algunas semanas en verano. Le echo de menos… Y mi osito es el único que me recuerda a él. Aún huele a papá… Pero a mamá le molesta porque está muy sucio y descosido. Papá me contó que fue su juguete favorito cuando era niño y me lo dio a mí porque sabía que yo lo cuidaría bien y porque soy lo que más quiere en el mundo.

DEAR DIARY 1




"Chica de veintiocho años sentada en su habitación frete a un vestido blanco completamente destrozado"

Querido diario:


Allí estaba. Hecho añicos. Trozos de tela de lo que fue un precioso vestido de novia esparcidos por la sábana de satén blanca que cubría la cama. Trozo de tela de lo que fue… mi vestido de novia. Y es que el triángulo amoroso había llegado demasiado lejos.

Laura no había sido una rival fácil, era una mujer preciosa, inteligente, divertida… Sin embargo, Fran me eligió a mí. Eligió por fin a su compañera de viaje, después de meses de dolor y espera.

EL SEÑOR DEL FUEGO 3: VOY CONTIGO


Faltaban unos minutos para media noche y Lhendil ya estaba en la entrada de la plaza… sola entre aquella multitud. En esa ocasión vestía una capa negra que ocultaba su rostro. Su objetivo era ver sin ser vista así que, cuando las campanadas volvieron a anunciar la media noche y el gentío comenzó a hacer un círculo en el centro de aquel espacio, ella quiso pasar desapercibida en las últimas filas.

De pronto, las luces de los farolillos que iluminaban la plaza se apagaron y se hizo el silencio. Unos pies descalzos comenzaron a caminar por el pasillo que se creó en uno de los extremos de aquel cerco de gente y, en cuestión de segundos, el domador del fuego inició su demostración, infinitamente más gloriosa que la anterior.

Llamas se extendían por las cabezas de los presentes como si de olas de mar se tratase. Figuras de fuego que contaban historias antiguas sobre civilizaciones extintas salían de sus labios. Caballos llameantes se entrelazaban por su cuerpo atlético y semidesnudo. Jamás había presenciado nada igual. Durante el espectáculo nadie dijo ni una sola palabra. Todo el mundo contemplaba a aquel maestro del fuego jugar con su don. Incluso finalizada aquella exhibición tan solo se escuchaba el silbido suave del viento. No comenzaron los aplausos hasta instantes después.

EL SEÑOR DEL FUEGO 1: DANZA DE FUEGO

Hubo un tiempo en que todos los seres del mundo convivían en armonía en el planeta Tierra. Desde las razas más pequeñas, como las hadas, hasta las más grandiosas, como los gigantes. Fueron tiempos de riqueza y paz. Sin embargo, el hombre es un ser que se corrompe con facilidad. Un ser maligno y despiadado se aprovechó del dolor de un joven campesino tras la prematura pérdida de su amada. Le sumió en su oscuridad y revistió su corazón de odio. De este modo se inició una gran guerra. La primera desde hacía milenios.

El mal creó un ejército con aquellos hombres que seguían ciegamente a aquel muchacho, escoltados por las criaturas más temerarias que había creado. Muchos perecieron. Algunos incluso se extinguieron. Y así comenzó la nueva era en la que el hombre gobernaba la Tierra y el resto de criaturas aprendieron a pasar desapercibidas.

***

Lhendil descendía de una estirpe de elfos que había conseguido sobrevivir en aquel mundo sin magia. A simple vista todo el mundo pensaba que procedían de algún pueblo nórdico, debido a sus claros y dulces rasgos. Y, con ayuda de algunas brujas, habían conseguido disimular sus puntiagudas orejas durante siglos.

ESCUCHA Y DEJA ENTRAR




En algún momento de nuestra vida nos enfrentamos a una encrucijada y sentimos confusión, miedo. Nos encontramos en medio del caos, sin mapas ni brújulas que nos ayuden a salir de ese agujero. Llegados a este punto, hay dos clases de personas: aquellas que pierden el rumbo y aquellas que se amoldan a las nuevas circunstancias, como el junco de aquella historia movido por el viento. A veces tan solo se necesita que alguien te de una segunda oportunidad para volver a ser quien fuiste o quien un día quisiste ser.

CÓMO, NO HACIA DÓNDE



Como cada 21 de Junio, John salía al porche de su casa al anochecer para recibir el verano, al igual que sus padres, amigos y vecinos. Costumbre antigua y obsoleta de ese pequeño pueblo en el cual tenía que vivir muy a su pesar. Él siempre soñó poder pasar su vida en la capital y alejarse de todo aquel silencio, aunque aún era muy joven para poder tomar ese tipo de decisiones. Sin embargo, sabía que cuando cumpliese la mayoría de edad alcanzaría su más ansiado sueño. Esa noche, como tantas otras, apagaban todas las luces del pueblo y, durante unos minutos, antes de la media noche, sentían cómo cambiaba de estación, en silencio, únicamente con el acompañamiento del canto de los grillos. 

John no comprendía esa ridícula tradición y mientras sus padres observaban el cielo agarrados de la mano, él se sentaba en una silla y esperaba impaciente a que llegaran las doce para poder correr con sus amigos hasta la orilla del río y festejar con música y una gran fiesta ese día en el que por fin sería libre y se olvidaría de los estudios y de esa profesora de filosofía que parecía encantada amargándole la existencia.