RELATO: LA VISITA DE CUPIDO POR SAN VALENTÍN


-¿Mamá, qué es el amor? – preguntó Miguel a su madre, a quien pilló totalmente desprevenida.
-¿El amor?
-Sí, mamá. Todo el mundo habla del amor, pero no sé exactamente lo que es…
-Pues, hijo, el amor es… Cuando quieres a una persona y te casas con ella, como tu padre y yo. Eso es el amor.

Aquella respuesta no dejó conforme a aquel pequeño de 10 años. Así que siguió con el interrogatorio. Al llegar a clase aquella mañana volvió a preguntar a su maestra:

-Profe, ¿qué es el amor?
-  ¿El amor?
- Sí. Todo el mundo habla de amor, pero no sé exactamente lo que es…
-Verás, Miguel, el amor es… Cuando dos personas se quieren y se comprometen a pasar una vida juntos. Eso es el amor.

Pero Miguel seguía teniendo sus dudas al respecto. Así que, esa tarde, al llegar a casa de su abuelo preguntó:

-Abuelo, ¿qué es el amor?
-¿El amor?
- Sí, abuelo, el amor. Todo el mundo habla de amor, pero no sé exactamente lo que es…
-Pues el amor, Miguel, es cuando un muchacho y una muchacha se quieren mucho y deciden ser novios…

Al parecer, aquello era el amor… Miguel ese día se fue a dormir algo afligido. No encontraba la respuesta de lo que andaba buscando… Y, al día siguiente, sería San Valentín. El día mundial del amor ¿no?

El pequeño dormía profundamente, cuando un rayo de luz le despertó de repente. Se irguió en la cama, somnoliento, y tuvo que frotarse los ojos para aclarar su visión. A los pies de su cama se encontraba sentado un pequeño niño con unas enormes alas blancas, a juego con el color de sus bucles, que le caían despeinados a ambos lados de la cara. Tan solo llevaba puesto una especie de sábana que le cubría de cintura a rodillas. Y de su pequeña espalda colgaba un arco rojo y unas flechas.

-¡Hola! – dijo por fin aquel intruso. – Miguel, ¿verdad?
-¿Co-co-cómo sabes mi nombre? – preguntó, sorprendido.
-Yo conozco el nombre de todos los habitantes de la Tierra. Me llamo Cupido, ¿no sabes quién soy?
-Mmmm… no.
-¿De verdad?
- De verdad de la buena. ¿Por qué estás medio desnudo en mi cama, Cupido? – preguntó, ya algo enfadado el pequeño.
-Porque te has preguntado qué es el amor, así que, aquí estoy yo.
-¿Me lo vas a contar? – preguntó entusiasmado.
-No te lo puedo contar. Te lo voy a mostrar.
-¿Cómo?
-Tan solo tendrás que darme la mano – dijo, extendiendo su pálida palma hacia él.
- Está bien.

Y justo en el momento en el que rozó la cálida piel de Cupido, se sumergieron en una espiral. El pequeño cerró los ojos y cuando los volvió a abrir se encontró con una escena muy diferente a su habitación. Aparecieron en un parque de algún lugar. El sol se ponía por el horizonte. Todo estaba en silencio, a excepción de unos amigos que hablaban en un banco. Ambos rozaban la fina línea de la adolescencia.

-Tengo el secreto para gustar a una chica y hacer que pierda la cabeza por ti.
-¿Cuál es ese secreto?
- Ignorarla, o ser grosero con ella. Cuanto más la hagas sufrir, más interés tendrá en ti.
-Yo no quiero ser grosero con nadie.
-Eso es porque no lo has probado aún, pero créeme, funciona.
-No creo. Quizás algún día alguien se enamore de mí. Quizás no sea bellísima ni tenga un físico espectacular. Quizás no sea una chica de élite de las que hablas, pero a mí me parecerá preciosa. Y me querrá por cómo soy. Sin necesidad de juegos. Con mis defectos y virtudes, al igual que yo a ella. Y solo tendremos que preocuparnos de conquistarnos cada día, como si fuera el último. Eso es el amor.

Tras estas palabras, una ráfaga de viento se apoderó de Miguel y le trasladó a un nuevo lugar. De la mano de Cupido, se percató de la diferencia con el anterior. Se encontraban en un taxi. El copiloto parecía desesperado porque el taxista pisara a fondo el acelerador. Ni siquiera tuvo tiempo de aparcar, cuando llegaron a la puerta de un hospital salió del automóvil como alma que lleva el viento, sin preocuparse por la vuelta. Instantes más tarde, el niño y Cupido se transportaron a un paritorio. Allí estaba de nuevo el hombre del taxi, vestido de verde y dándole la mano a la que parecía ser su esposa, mientras ella gritaba de dolor. Miguel escuchó un llanto agudo, ya que el bebé acababa de nacer.

-Vanesa y Toño llevaban años deseando ser padres. Pero nada daba resultado. Cuando la esperanza casi había desaparecido, la creación les ofreció el regalo de tener un hijo, y con gusto lo aceptaron. Esta imagen que está ante tus ojos guárdala, porque las lágrimas de alegría de una madre contienen, cada una, una promesa de amor puro. Ese sentimiento es tan poderoso que puede con cualquier obstáculo que se encuentren ambos en el camino.

Después de la sentencia de Cupido, otro soplo de aire les alzó del suelo y, cuando los pies sintieron de nuevo la tierra, Miguel observó una nueva realidad ante él. Esta vez se trataba de una habitación de alguna vivienda. En la cama estaba tumbado un anciano, y a su lado, otro hombre de similar edad dándole de comer.

-Eugenio es huérfano. No tiene familia, pero Luis ha sido como un hermano para él. Muchas veces los amigos cobran mayor importancia que los lazos de sangre. De este modo, Luis, que ya tenía su vida hecha con su mujer e hijos, decidió cuidar de su amigo enfermo hasta el final de sus días…

Otra estampa, otro aprendizaje y un nuevo viaje. En esta ocasión, Miguel sintió el agua en su piel, calando su ropa. Al abrir los ojos, vio que estaba sumergido en una piscina. Y no estaba solo. Un joven estaba ayudando a nadar a un delfín que, al parecer, carecía de su aleta caudal. Observó sorprendido cómo los movimientos inseguros y bruscos del animal se iban tornando más naturales. Cómo buscaba el apoyo del muchacho y cómo éste le premiaba con alguna sardina de vez en cuando. Cupido creyó que sobraban las palabras, así que volvió a dar la mano a Miguel y se teletransportaron una vez más, en el tiempo y en el espacio hasta llegar a un lugar donde la sequía había fragmentado la tierra. El calor asfixiaba a Miguel, que no tardó en comenzar a sentir su boca seca. A lo lejos, vio una gran masa de agua  junto con palmeras que proyectaban algo de sombra. Corrió hacia allí, pero no conseguía llegar a su destino. Cuando el cansancio y la sed ganaron la batalla, Cupido volvió a aparecer mientras señalaba al cielo. De su dedo índice se alzó un rayo hacia la bóveda celeste. Su color azul mudó al gris. Un millar de nubes flotaban sobre sus cabezas y, de pronto, se desató una gran tormenta. La lluvia caía por el rostro de Miguel aliviándolo y, a su vez, rociaba aquella tierra muerta, la cual comenzó a renacer creciendo hierbas, flores y árboles en cada recodo. Los nidos que aparecieron en los árboles llevaron consigo a muchas clases de aves. Lo mismo ocurrió con las madrigueras. Lo que hace unos segundos había sido una zona inerte se había convertido en un paraíso. El sol se hizo paso entre las nubes y… todo aquello desapareció.

En un abrir y cerrar de ojos, Miguel se encontraba en una tierra donde reinaban los dragones, después en una pirámide del antiguo Egipto. Enseguida se abrió paso a una ciudad donde los robots eran los gobernantes. Posteriormente, se sorprendió en medio de una gran guerra. Y, justo en el momento en el que un hombre le iba a encañonar, una presión le empujó hacia atrás hasta arrojarle a una silla. Miró a ambos lados, asustado, pero tan solo se trataba de una biblioteca. Un libro sobre la Segunda Guerra Mundial estaba abierto sobre sus rodillas. Aquel lugar olía a libro antiguo y reinaba el silencio.

-El hombre ha sido capaz a lo largo del tiempo de escribir las memorias de la humanidad e incluso de inventar mundos nuevos. Por ello, el arte importa – le susurró Cupido al oído. – Dame la mano…

Y otra espiral les engulló de nuevo. Miguel apareció delante de un chico que casi le arrolla. Se trataba de un paralítico que estaba jugando al baloncesto en una cancha, con sus amigos. Todos corrían de un lado a otro, mientras él hacía verdaderos malabares para moverse veloz en su silla de ruedas a la vez que botaba el balón.

-Este es Tom. Cuando era pequeño tuvo un accidente de coche. El conductor se dio a la fuga, sin embargo, por allí transitaba una mujer que lo vio todo y no tardó en ayudar. Dio la casualidad de que era médico, aunque ya había terminado su jornada laboral. A toda prisa llamó a una ambulancia y comenzó a reanimarle. Ella le salvó la vida. Tom pasó muchos años avergonzado de sí mismo, y de su nueva situación física. Sin embargo, poco a poco lo ha ido superando y ahora vuelve a practicar los deportes que tanto ama, entendiendo su minusvalía como un nuevo reto diario, no como una condena – explicó Cupido.

Y, de pronto, Miguel volvió a estar en su cama. Y aquel desconocido semidesnudo sentado frente a él. 

-Bien Miguel. Acabas de presenciar el amor en cada una de sus facetas. El amor no es algo que se pueda explicar. Los humanos utilizáis metáforas para ello, pero es preferible sentirlo. Espero que, a partir de ahora, nunca lo olvides. Quizás ahora no lo comprendas, o puede que lo llegues a entender mejor que un adulto. Así que, recuerda, el amor es algo infinito.

Y, tan pronto como vino, se fue. Miguel se quedó solo en su cuarto. Exhausto. No tardó en quedarse dormido y, en sus sueños, volvió a revivir cada una de las historias narradas, al igual que la representación de aquella inmensa palabra con cada manifestación de la misma, cada día de su vida y hasta la última de sus noches, porque el amor es ilimitado y eterno.




La inspiración de este relato recae en un libro que ya recomendé: “Un corazón lleno de estrellas”. En él, Álex Rovira y Fancesc Miralles hacen alusión a todos los tipos de amor con una historia sin desperdicio:
El amor romántico.
 El amor de larga duración.
El amor a los hijos.
El amor a los amigos.
El amor a los animales.
El amor a la naturaleza.
 El amor a los libros (arte y cultura).
El amor a la vida.
El amor a uno mismo.




¿Y vosotros? ¿Creéis en el amor?





3 comentarios

  1. Hello! You write fantastic blog.
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  2. Ay, Sara. Precioso. Me encanta. Haces siempre unos relatos que me ponen la carne de gallina. Fantástico ♥.

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    1. ¡Muchas gracias Cam! :D
      A ver si le damos un empujón a Bloggerland y te leo también ^^
      ¡Un besazooo!

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