Me llamo Darío. Y creo en los fantasmas.
¿Por qué? Os contaré mi historia.
Siempre he sido un chico solitario. Nunca
he tenido muchos amigos. De hecho nunca he tenido un amigo… que yo recuerde. En
el instituto todo el mundo me ignoraba. No sabía la razón. Es más, nadie
cruzaba miradas conmigo. Cada grupo estaba perfectamente formado. No había
sitio para nadie más. No había sitio para mí. Me sentaba al final de la clase,
acomplejado. Mientras todos reían, se abrazaban, chismorreaban… yo iba
directamente a mi taquilla. El pasillo se me hacía eterno. Resumiendo, era el
“rarito”.
Sin embargo, en el último curso, alguien
reparó en mí, Amanda. Yo estaba sentado en mi mesa al final del aula y ella
entró por la puerta. Durante unos segundos me miró. Nuestras miradas se
cruzaron. Fue un momento mágico. Y entonces vi al resto de mis compañeros
entrar detrás de ella. Como depredadores siguiendo a su presa. Era la chica
nueva y, además, muy atractiva. No pude evitar sentir celos.
Pasaban los días y seguíamos mirándonos.
Así que, me armé de valor y la escribí una nota con mi número de móvil que dejé
en su cuaderno. Esa misma tarde recibí un mensaje suyo. Y entablamos una
conversación. Mi primera conversación con alguien. Me contó acerca de sus
aficiones, su comida favorita, qué música la gustaba… Y entonces me preguntó a
mí, y sorprendentemente no supe qué responder. Como nunca había tenido amigos
no practicaba ningún deporte, ni estaba apuntado a actividades extraescolares…
Tampoco me gustaba la lectura, ni el cine… ¿Qué me gustaba? Ella.
Sin embargo, en el instituto no nos
dirigíamos la palabra, tan solo miradas furtivas. Alguna vez intenté rozar su
pelo o su chaqueta en el pasillo, pero siempre se alejaba. Por las tardes me
contaba muchas cosas acerca de su vida. Con eso me bastaba. Pero esas
conversaciones pronto me dieron que pensar.
Un día, me escribió un mensaje. Quería que
nos viéramos en un parque. Así que allí fui, media hora antes de lo previsto.
Nunca había estado más nervioso. Me sudaban las manos. Me ardía la cara… Y,
entonces, apareció. Pero nunca imaginé que se acercaba el final.
-Creo que es
mejor que dejemos de hablar.
-¿Por qué?
¿Qué ha pasado?
-Tengo miedo.
-¿Miedo?
-Siento algo
por ti… Pero es imposible.
Un impulso hizo que me acercase a ella y
alcé mi mano para acariciarla la mejilla, sin embargo, aquella vez tampoco
pude. Entonces se fue corriendo. Dejándome ahí. Con el corazón en el puño.
Estuve días pensando en qué habría querido decir. Esperé mensajes suyos. Nunca
contestó. La esperé en la estrada del instituto pero no apareció. Pensé que
nadie sería capaz de enamorarse de un tipo raro como yo y asumí ese final.
Volvió al instituto días más tarde.
Evitaba mirarme. Escuché la conversación que tenía con sus amigos acerca del
día de Halloween. Pensaban ir al cementerio esa noche, disfrazados a contar
historias de miedo. Algunos comenzaron a poner excusas… “Lástima, porque a mí
me gustan los chicos valientes”, dijo. Y, entonces, me miró. Mi corazón comenzó
a latir con fuerza y supe que era mi oportunidad de demostrarla que era su
chico.
Por ello, me disfracé y me dirigí esa
noche al cementerio. Cuando llegué todo estaba oscuro, no se oía nada. Estaba
aterrorizado pero tenía que hacerlo, por ella. Entonces les escuché, entre
gritos y risas, y seguí esas voces. Estaban en lo más profundo de aquel lugar,
sentados en círculo. Habían encendido velas y las habían colocado sobre las
lápidas. Había disfraces de todo tipo. Pero yo solo la vi a ella. Estaban contando
historias de fantasmas. Veía caras atemorizadas. Pero, ¿quién creía en
fantasmas?
Amanda me miró y se levantó. Vino andando
hacia mí. Parecía muy asustada. “Sígueme”- me dijo. La seguí. Mi corazón no
dejaba de latir. “¿Estás bien?”- la pregunté. Pero no contestó. Parecía
realmente inquieta. “¿No creerás de verdad las historias de fantasmas?”. Entonces, ella se giró bruscamente. Tenía los ojos llorosos y giró su cabeza
hacia una lápida.
Seguí la dirección de su mirada y entonces
lo vi. Mi mundo comenzó a tambalearse. Me sentía realmente confundido. Ella se
acercó a mí. Y me acarició la mano. Pero no sentí absolutamente nada. Intenté
tocarla pero ninguno de los dos podíamos sentirlo. “¿Qué significa todo esto?”-
pregunté. Y volví a mirar esa lápida. Mi lápida… ¿Estaba muerto? ¿Era una
broma?
Me confesó que una mañana se acercó a mi
mesa con intención de esperarme y que la dijeron que nadie se había vuelto a
sentar ahí desde hacía años, que pertenecía a un alumno que murió, Darío.
Entonces investigó y se dio cuenta de que era cierto. Esa tarde fue el día que
quedamos en el parque. Pero ya era demasiado tarde. Nos habíamos enamorado.
Yo estaba atónito. No sabía dónde estaba
ni quién era. Y, entonces, sonaron las campanas de la iglesia dando las doce.
El rostro de Amanda cambió por completo. En sus ojos brilló un atisbo de
esperanza. “Ya es media noche”- susurró. Y se fue acercando poco a poco a mí.
Entonces, alargó su brazo y me acarició. Me tocó. Lo sentí. Al igual que ella.
Yo no podía dar crédito a todo aquello, pero ella parecía satisfecha, sonreía
como nunca la había visto. Entrelazamos nuestros dedos. Fue una sensación
increíble que me hizo olvidar toda aquella locura. Nos miramos y se fue
acercando más y más. Sentí su aliento entrecortado en mi barbilla. Y llegó. Un
beso. Volví a sentir calidez.
Esa noche la pasamos juntos contemplando
las estrellas. Cuando amaneció volví a ser lo que era. Un alma. Durante todo un
año estuve recordando mi vida pasada, mi historia. Y ella siguió a mi lado,
ayudándome a recordar. Y, desde entonces, cada 31 de Octubre, a media noche,
nos reunimos para volver a sentirnos. El único momento del año en el que vuelvo
a ser una persona de carne y hueso.
Soy Darío. Y creo en los fantasmas.
hola,
ResponderEliminarbonito relato. Yo no creo en los fantasmas, quizas cuando era pequeña. Perdi hace muchos años a un persona muy importante en mi vida, en ese momento deje de creer en fantasmas, el cielo, el infierno.... En estas cosas soy muy pragmatica.
besitos
Hola!
ResponderEliminarWow! Me ha encantado el relato, me ha gustado ese guiño que le haz hecho a las creencias mexicanas del día de los muertos, aunque allá se celebra en una fecha diferente.
Te ha quedado muy chulo.
Besos
Me ha gustado MUCHÍSIMO este relato. ¿No has pensado en desarrollarlo y enviárselo a alguna editorial? Yo sin duda lo compraba. ¡Un abrazo!
ResponderEliminar¡Hola guapo! No lo había pensado, la verdad ^^
EliminarA editoriales de momento no creo que me anime, pero sí autopublicar en amazon ^^
¡Un besazo y gracias! ^^
Me encantó este relato cuando lo leí en el otro blog, si no recuerdo mal estaba allí ¿Verdad? o eso o he soñado con la historia, pero eso si que sería raro. ¡Genial Sarita!
ResponderEliminarSí, lo leíste en el otro blog jejeje
Eliminar¡Muchas gracias guapo! ^^
Hola Sara, como siempre tus relatos tienen el tinte especial de Sara. Si bien ya he visto este tema, la forma que escribes, tienen tu toque que te distingue. Bien Sara. Saludos.
ResponderEliminarMuchísimas gracias Blanca ^^ me alegra muchísimo que te gusten mis relatos :)
Eliminar¡Un besazo! y gracias por leerme :)