RETO FUEGO EN LAS PALABRAS (MAYO#2) | PARÉNTESIS



Lo prometido es deuda. Segundo intento. No sé si habré pecado esta vez de lo contrario. Este mes ha sido un reto con todas las letras ;P Muchas gracias por organizarlo, Rebeca. 

El reto es una idea del blog “Crónicas de la loca que cazaba nubes”.
Este mes Rebeca propone escribir un texto erótico. 

Nuestra intención fue trazar un plan. En teoría, ella debía ayudarme a mí y yo debía ayudarle a ella, dos mentes piensan mejor que una. Sin embargo, terminamos delegando nuestros futuros a corto plazo en el oráculo transformado en botella de vino. No recuerdo cómo ni por qué nuestro propósito se echó a perder, pero sí sé que ocurrió cuando sus labios y los míos comenzaron a devorarse. Sin método ni criterio, como si pretendiéramos encontrar una nueva forma de besar. Me eché sobre ella en el sofá y poco a poco fui presionando mi erección contra su vientre. Sentía sus manos por todas partes mientras nuestras lenguas continuaban con un combate en el que no me iba a dejar vencer, cuerpo a cuerpo. Sentí la suavidad de su abdomen cuando deslicé mi mano bajo su camiseta y ella aprisionó su labio inferior entre sus dientes cuando la prenda voló por encima de su cabeza. También se deshizo de la mía y entonces nuestras pieles se unieron y comenzaron a hablarse. Nuestras respiraciones comenzaban a avivarse a medida que íbamos ganando en desnudez, que nos íbamos sintiendo. Las caricias se volvieron más decididas y se aventuraron a descubrir cada rincón desconocido. Los suaves mordiscos se disputaban la vez. Comencé a descender por su cuerpo, dejando un rastro de sensaciones hasta llegar al monte de su pecho, donde me fui recreando mientras la escuchaba gritarme sin decir una palabra que quería más. Continué el descenso mientras terminaba de desnudarla y dejarla a mi merced e inicié una tortura bien recibida al besar lentamente el interior de sus muslos. Ella arqueaba la espalda y cuando estuve satisfecho con todos los “joder” susurrados que salieron de su boca terminé de encajar la mía entre sus piernas. Mi lengua se encontró con su suavidad y humedad y sentí cómo empezaba a retorcerse. Agarré sus muslos con las manos mientras me deleitaba con aquel manjar. Nunca lamer me había despertado tanto deseo. No quería ni respirar, el oxígeno ya me lo daban esos gemidos que comenzaban a desbocarse. Inicié un juego con un dedo y después con otro mientras seguía succionando. Cuando noté que estaba a punto de explotar cambié las tornas. No hicieron falta explicaciones. Ahora era ella quien apretaba mi sexo dentro de su boca y yo quien enredaba los dedos en su pelo. Se dispuso a ganar la partida. No apartaba su mirada de la mía y terminé bebiendo de mi propia medicina cuando en varias ocasiones creí que me corría. Sabía lo que estaba haciendo y eso era increíblemente sensual.  La levanté del suelo hasta que sus piernas rodearon mi cintura y nuestros sabores se mezclaron en nuestras bocas. Volvimos a tumbarnos y los roces nos robaron jadeos. Me coloqué entre sus piernas abiertas y sus uñas se clavaron en mi espalda. Bastó un empujón para que una corriente recorriera toda mi columna y se deshiciese en todas y cada una de mis terminaciones nerviosas. Mis movimientos se iban acompasando y ella se iba apretando más y más contra mí. Quería entrar más hondo, perderme en ella, en sus gritos, en mis gemidos que más de hombre parecían de animal. Nos fuimos acomodando a los movimientos del otro, creando un ritmo propio. Palabras entrecortadas y órdenes que no me negaba a cumplir me volvieron loco. Escuchar ese tono en su voz que había desconocido hasta entonces me hizo sentir gigante. Sentía que me moría de placer dentro de ella mirando sus ojos, sujetando sus manos sobre su cabeza con una de las mías y con la otra rodeando su cintura. Ella intentaba dominar sus gemidos mordiéndose el labio, pero yo no estaba dispuesto a no escucharnos cuando el orgasmo que avisaba con llegar nos arrasase. Así que aceleré. Más dentro. Más intenso. Más prieto. Más húmedo. Más nuestro. Me deleité en su sonido y cuando comenzó a temblar debajo de mí me dejé ir. Un latigazo eléctrico nos recorrió al mismo tiempo. Explotamos concentrados en nuestros sexos y jamás volví a creer en otra verdad que no fueran nuestros cuerpos. Nuestros músculos se relajaban mientras volvíamos a la realidad. Nos miramos a los ojos, exhaustos. Los cuerpos comenzaron a conocerse por segunda vez de forma diferente esa noche. Entre caricias, abrazos y miradas. Habíamos ordenado lo desordenado dentro de un paréntesis que ninguno de los dos sabía si quería cerrar.  

3 comentarios

  1. Pues creo que este me ha gustado aún más, Sara. El comienzo, con las dos primeras líneas me ha descolocado un poco, porque esperaba que entrases de lleno en materia, pero no me ha dado tiempo a sentir decepción o intriga, porque la historia ha seguido por el camino del erotismo de inmediato.

    Eso sí, me ha chocado mucho, descubrir que todo está escrito en un único párrafo sin puntos y aparte.

    Por cierto, ese cierre con la frase del paréntesis, es muy tuya (muy sutil y poética)-

    ¡Encantada de volver a tenerte en mi blog participando por segunda vez en esta edición!

    Un besaaaaaaaaaaaaaazo enorme.

    ResponderEliminar
  2. ¡Aplausos! ...y después dicen que segundas pares no son buenas, esto muestra que no siempre se cumple. Esta segunda vez es simplemente perfecta.

    Felicitaciones de verdad. Un beso.

    ResponderEliminar
  3. Un relato muy visual que es como debe ser narrado en este género. Estupenda participación en el reto de Rebeca. ¡Saludos!

    ResponderEliminar