RETO LITERUP #13 | CICATRIZ



Reto literup: 52 retos de escritura para 2020.
Reto 13: Un personaje se despierta con una cicatriz enorme y no sabe cómo se la ha hecho. Haz que recupere sus recuerdos durante el relato hasta que al final descubra la verdad.

Los rayos de sol se abrían paso por las ranuras de la persiana. Le despertaron como si fuesen cuchillas que le atravesaban la retina a través de los párpados cerrados. Un escalofrío recorrió su espina dorsal con el primer amago de movimiento, robándole el aliento por un instante. Azorado, se dirigió al cuarto de baño para despejarse con el agua fría. Se encontró con su mirada en el espejo y un ligero hormigueo transitó de nuevo en esa zona de su piel. Se dio la vuelta y observó que una gran y profunda cicatriz atravesaba la mitad de su espalda. ¿Cómo se había hecho algo así? 
Se vistió y salió de una casa que no recordaba suya. Su memoria se escondía tras la neblina. Comenzó a vagar por las calles de una ciudad desconocida, observando lo que ocurría a su alrededor, en busca de respuestas. Su mente estaba llena de humo, pero sus pies parecían dominar la geografía. Le llevaron hasta una cafetería repleta de gente y olió el café. Primer latigazo en la espalda. El dolor le sacudió, como el primer recuerdo. La promesa de ese olor cada mañana. 
Sus piernas comenzaron a moverse de nuevo y llegó hasta la azotea de un edificio. Allí le estaba esperando una pared con un mensaje, unas iniciales escritas a lo largo de un pentagrama. Un segundo latigazo lo empujó hacia adelante, hacia el vacío, pero la barandilla le sujetó. Una traición se hacía visible en la trayectoria de los coches.
Un nuevo rumbo. Entró en un amplio despacho y vio el olvido en una fotografía. El tercer latigazo le hizo retorcerse y bebió de su lágrima salada. Su espalda comenzaba a arder.
Al atardecer llegó a un parque solitario y se sentó en uno de los columpios. El cuarto latigazo le hizo arquearse y caer hacia atrás. No pudo evitar lanzar un gemido no tanto por el dolor, sino por la ausencia. 
Las estrellas ya se dejaban ver en el cielo y en él se proyectó una mirada infinitamente decepcionada. El quinto latigazo le derrumbó y se quedó tendido en el suelo evitando volver a ver esos ojos. Apenas tenía fuerzas para continuar la marcha. Tal era la sensación que le embriagaba que no se percató de que había empezado a llover hasta que el aliento le comenzó a saber a barro. 
Cruzó el umbral de ese piso que no recordaba completamente confundido y destrozado. Se desvistió y volvió a enfrentarse a su imagen en el espejo. En sus pupilas comenzaron a encajar sus recuerdos y su suspiro derribó el castillo de naipes donde había vivido todo ese tiempo. Era la pieza de un puzle perdido. Lo susurraban siempre. Era la pieza del dominó que lo demolía todo. Lo repetían siempre. Era la carta en blanco de una baraja de cuarenta. Lo gritaban siempre. 
Y él los creyó y por eso se arrancó sus alas. Pluma a pluma. Hasta que se desangró y el dolor se perdió en la sangre derramada. Olvidó su naturaleza al no verse reflejado en sus rostros. Las palabras fueron la verdadera tortura. Tuvieron el poder de que dejase de creer. 
Los siguientes latigazos acertaron de lleno en su corazón. Abatido y perdido se volvió a encontrar con el fuego de sus ojos y en ellos encontró la verdad. Un dolor más placentero recorrió de nuevo su meridiano y de la gran cicatriz comenzaron a brotarle de nuevo sus alas. Sin embargo, no eran como antes. Ahora eran mucho más majestuosas y tenían combinaciones de plumas blancas y negras. Se convirtió en un ángel completo y desde entonces surcó todos y cada uno de los cielos y los infiernos, con su verdad como única cicatriz. 


1 comentario

  1. Formidable, Sara. Transmites a la perfección el dolor y la relevancia del origen de ese dolor. Además permites que el protagonista se redima. Me gusta esa evolución.

    Muy buen relato y la imagen apropiadísima al 100%.

    Un abrazo.

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