Valeria volvió a bajar al jardín. Paseó
tranquila con el aire acariciando su piel. Pronto ese aire se volvió un viento
arrollador. Corrió para volver dentro del palacio pero, ante sus ojos, se
levantó un laberinto de la nada. Corrió de un lado a otro, sin encontrar la
salida. En un claro de éste se encontró con Sandro Lo Greco y su penetrante y
oscura mirada. “Valeria”… susurró. “Valeria”… Ella corrió y
corrió sintiendo la mirada de Sandro en la nuca. La abrasaba. “VALERIA”
escuchó en su cabeza. “¡Déjame en paz!” – chilló. Cerró los ojos con
fuerza y al abrirlos solo vio… verde.
De pronto, se despertó de nuevo,
sobresaltada. No entendía aquellas pesadillas. Esta vez aún era de noche.
Volvió a tumbarse en la cama y abrazó fuerte la almohada. Los ojos verdes
volvieron a aparecer en su cabeza y un escalofrío la recorrió. Con su imagen en
la mente volvió a dormir y cayó en un sueño profundo.
El día siguiente fue más intenso que los
dos anteriores. Era la noche de la luz. La fiesta se trasladaba del palacio a
las calles de la ciudad, que se iluminaban con antorchas. Se preparaba un
recorrido a través del cual desfilaban mujeres y hombres enmascarados del mundo
de la actuación.
Al atardecer, los nobles llegaban al
palacio, donde comían varios aperitivos. Al sonar las once de la noche, salían
y comenzaban a callejear, observando las diversas exhibiciones. El circuito
finalizaba en la plaza de San Marcos. Allí, había hombres enmascarados que
bailaban con fuego. Hacían malabares con las antorchas, escupían llamaradas y
danzaban con las llamas, que dejaban estelas de luz.
Después, repartían una antorcha a cada
persona y un obispo recitaba unas oraciones, pidiendo que ese año fuese
próspero para la ciudad. Acto seguido, una de las cantantes más admiradas de
Italia, cantaba unas canciones, a la luz de la luna y las antorchas. Era
la noche favorita de Valeria. Bianca y ella disfrutaban mucho con el
espectáculo.
Pero aquel día no se pareció a ninguna
otra noche de la luz. Comenzó a llover nada más terminar el repertorio de
canciones. Las antorchas se fueron apagando poco a poco. La gente comenzó a
correr buscando un lugar donde resguardarse de la lluvia. Una gran tormenta
cubrió la ciudad liberando una gran tempestad. Valeria y Bianca corrieron hasta
cubrirse bajo un tejadillo. Aquello les resultaba algo caótico, pero divertido
a la vez.
Ambas amigas reían con fuerza.
Observaban a todas las mujeres gritando y maldiciendo porque la lluvia
estropeaba sus maquillajes y peinados. Los hombres, por su parte, intentaban
tranquilizarlas. Valeria alzó la vista y se cruzó con aquellos ojos verdes,
iluminados aún por la antorcha. El corazón le dio un vuelco.
Comenzaron a caer rayos y truenos.
Enseguida se dio la orden de volver a los palacios o a las casas
correspondientes. Aquello sí comenzó a ser un auténtico caos. Una de las
doncellas de Valeria llegó corriendo hacia ellas y se dispuso a llevarlas de
vuelta al palacio. Corrieron las tres agarradas de las manos frente a aquel
temporal y muchedumbre. Sin embargo, Valeria tropezó y sin querer se soltó de
la mano de Bianca. Ésta comenzó a gritar su nombre, pero Valeria no alcanzaba a
verla entre tanto alboroto.
Entonces, notó que algo le levantaba del
suelo. Era él. Sus ojos verdes inconfundibles tras esa máscara de color negro.
La agarró de la mano y tiró de ella. Corrieron dirigiéndose al palacio de
nuevo. Pronto, la lluvia comenzaría a cesar, pero hasta entonces se
resguardaron bajo el puente de Rialto.
-Creo que tengo que darte de nuevo las gracias – dijo Valeria.
-No hay de qué – contestó él con una sonrisa.
Y se volvió a hacer el silencio. Valeria
se sentía muy incómoda en esa situación. No encontraba temas de conversación
que pudiesen servirle…
- ¿Puedo preguntarte tu nombre? – le dijo el chico, mirándola a los
ojos. Valeria se quedó perpleja – Lo
siento, quiero decir, no conozco a toda la nobleza.
-Claro, sí. Me llamo Valeria Moretti.
-Oh, una Moretti… - sonrió – Yo
me llamo Enzo. Enzo Coppola.
-Encantada – dijo Valeria, inclinando la cabeza.
Enzo comenzó a reír ante ese gesto.
-Lo siento, pero dadas las circunstancias creo que los
formalismos sobran, ¿no crees?
-Sí, claro… perdona.- añadió, algo avergonzada.
-Parece que está dejando de llover…
OJOJOJOJOJO
ResponderEliminarY esta es toda mi aportación.
Siguiéndote desde la sombra y esperando por una nueva entrega, tu VIP acosadora ;)