Estoy
hecha de palabras. Del deseo de conocerte a ti y de conocer tu historia. Del
deseo de que conozcas la mía y te encuentres con mi alma escrita. Que tomes
aliento con mis comas, mis pausas, siempre necesarias para comprender la
vorágine de sentimientos implícitos en cada letra y en cada espacio. Que
escuches la locura y el caos de mi monólogo interno y que comiences un diálogo
conmigo. Que te cuestiones mis interrogaciones y contestes las que puedas
contestar. Que te abrumes con las brumas de mi tempestad. Que te adentres en
mis puntos y aparte cada vez que me sumerjo en una nueva aventura, en una nueva
historia, en una nueva persona. Y que te despidas conmigo de mis “punto y final”,
cerrando etapas, aprendiendo de ellas y compartir conmigo la certeza de que
algo mejor está por llegar porque, si algo he aprendido de los libros, es que
siempre queda lo bueno por venir. Que cuando el protagonista de la historia
echa la mirada atrás ve lo mucho que ha evolucionado y cuando mira hacia
delante, contempla un mundo bajo sus pies.
Los/las dos hemos sentido el dolor de la pérdida, el fulgor de la batalla, el
desasosiego de la culpa, la incertidumbre en la espera, la ternura de la
inocencia, la seguridad del saber. Hemos vivido momentos de celos, de
debilidad, de traición, de desesperación, de agotamiento, de anhelo; pero
también de emoción, de autoconocimiento, de esperanza, de fortaleza, de
valentía, de superación… Todo ello porque hemos vivido miles de vidas, hemos
viajado a mundos reales y fantásticos, hemos conocido a héroes y a villanos y nos hemos cultivado con los errores y las virtudes. Con cada página leída hemos
aprendido y nos hemos aprendido. Sabemos quiénes queremos y no queremos ser.
Sabemos lo que queremos conseguir.
Y,
sobre todo, conocemos el poder de las palabras. Que algunas insuflan vida y
otras pueden terminar con ella. Que algunas pueden hacerte llorar de alegría y
otras de pena. Que son un arma y un recurso. Que lo son todo, pues conforman el
pensamiento, la actitud, la acción…
Así
que, después de esta puesta en común, dialoguemos. Nárrame tu historia. Deja
volar tu imaginación. Domina tus miedos. Canaliza la rabia. Ilumina caminos. Desenvaina
tu espada. Vuela lejos. Cuéntame una historia.
Y,
si tienes tiempo, puedes quedarte, ponerte cómodo/a y observar. Lee las locuras
que llegaron y las que están por llegar.
Firmemos
el pacto de ficcionalidad y vislumbremos la realidad en la ficción.
Perdámonos
en el laberinto de las palabras, de las frases, de las ideas, de los recuerdos,
de los sueños, del alma. Y dialoguemos. Háblame con palabras, pero también con
la mirada, con la sonrisa, con el abrazo, con el gesto, con la postura, con el
alma.
Estamos
hechos de palabras.
joo que bonito.
ResponderEliminarSólo de leerlo me han dado ganas de ponerme a escribir yo misma.
¡Enhorabuena!
¡Muchísimas gracias, Silvia!
Eliminar¡Qué genial haber conseguido eso! ^^
¡Un besazo!
Precioso laberinto y mejor pacto aún el que nos planteas. Maravillosa descripción de la magia de las palabras. ¡Qué alegría leerte! Cuenta conmigo en ese pacto. por cierto, por si te apetece, te he nominado al premio The Bloggers Recognition Award 2018. Si te apetece puedes saber qué implica esa nominación, en este post de mi blog:
ResponderEliminarhttps://mimundomiburbuja.blogspot.com/2018/10/nominada-blogger-recognition-award-2018.html
Un abrazo enormísimo.
¡Hola Rebeca!
EliminarMuchísimas gracias por tus palabras y también por la nominación ^^
Veré si puedo realizar la entrada ^^
¡Un besazo enorme!