¿Recuerdas cuando
éramos niños y mamá nos regaló la bolsa de los miedos? ¿Aquella bolsa
desgastada pero que tantos recuerdos le traían a mamá? ¿Recuerdas el primer
miedo que guardamos en ella? Exacto. Aquella flor cuyas espinas te habían hecho
sangrar. Dijiste que jamás volverías a coger una flor. Que ni siquiera
volverías a mirarlas. Pero gracias a la bolsa, superaste ese temor.
¿Recuerdas todos
los miedos que escondimos? Una muñeca mal cosida, una de las galletas del
monstruo del azúcar, un trozo de tela del abrigo del tío… ¡Cómo odiábamos sus
pellizcos en los mofletes! Tantos y tantos miedos superamos gracias a esa bolsa…
¿Qué fue de ella? ¿La perdimos? ¿La olvidamos en algún rincón?
En cualquier
caso, ayer, cuando tu hija y mi hijo jugaron en el jardín, hubo algo que les
aterró. Quizás el perro furioso de la vecina. Quizás algo producto de su
imaginación. Quizás no. Así que me acordé de la bolsa de los miedos y les conté
la historia. No he encontrado ninguna bolsa como aquella, así que he pensado
que la nueva generación necesitaría otra cosa. Por eso aquí te he traído una
cajita. Para tu niña. El mío ya tiene la suya. Y no pongas esa cara, también he
comprado una para ti y otra para mí. Aunque un poquito más grandes, ¿no crees?
Hola :)
ResponderEliminarMe ha parecido precioso. Ojala fuera tan fácil guardar los miedos en una bolsa o en una caja y que desaparezcan
Un beso
¡Hola! Muchísimas gracias ^^
EliminarPues sí, ojalá, aunque hay muchas cosas que residen en la actitud ^^
Muchas gracias por leerme :)
¡Un besazo bonita!♥
¡Qué dulce y bonito! Y cierto... Todos tenemos miedos, incluso de adultos. Me ha encantado, Sarah.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola. Tenía mucho tiempo que no me pasaba por aquí. Me queda decir que es una historia muy dulce que te hace pensar en la niñez. Hermosa.
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