QUEMÉ LA MADRUGADA


Ahogada en tu tinta quemé la madrugada y me devoraron sus cenizas hasta que embriagada por el perfume de la luna encontré esa caja roída y sucia que un día me regalaste. 

Estaba donde la dejaste, aunque he de confesarte que nunca la abrí. Temí despertar a Pandora. Que de ella saliesen sapos y culebras que me hablasen en pretérito. Que afirmaran que no había más que tierra estéril. Que se habían secado las lágrimas y apagado tu sonrisa. Que no había nada más que hacer. 

La ebriedad me empujó a abrirla al fin y dentro no encontré más que piedras preciosas. Me conformaba con un solo motivo, pero allí dentro había cientos. Quizás el campo no estaba tan muerto como creía. Quizás solo necesitaba algo de perspectiva. Quizás todas las respuestas habían estado delante de mí, en una vieja caja de cartón.





1 comentario

  1. Hola.
    Me ha encantado el relato
    Por cierto, acabo de encontrar tu blog y me quedo por aquí. Te invito a pasarte por el mio.
    Nos leemos.

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