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CAPÍTULO 2: EL CLAN
Colin se despertó con un
gran dolor de cabeza y calambres por todo el cuerpo. Cuando consiguió abrir los
ojos y que éstos enfocasen observó que no estaban sus amigos ni aquella bruja y
el paisaje era completamente diferente. Unos tenues rayos de sol se hacían paso
entre las hojas de los árboles que se alzaban sobre él y al extender torpemente
una de sus manos pudo percibir la frescura de la hierba.
Se fue incorporando
lentamente, pero cuando estuvo a cuatro patas sintió un gran golpe en el
costado y volvió a caer.
─¡Ni se te ocurra
moverte! ─ordenó una voz desconocida y áspera.
Colin giró la mirada y se encontró con
tres hombres enormes y una espada apuntándole.
─¿Crees que es inglés? ─preguntó uno de
ellos sin quitarle los ojos de encima.
─Tiene un aspecto muy extraño, mira sus
ropas…
Colin observó que todos ellos llevaban una
falda a cuadros.
─¿Esto qué es? ¿La fiesta de algún pueblo?
¿Acaso he bebido tanto? ─preguntó Colin intentando recordar cómo había llegado
hasta allí.
─¿Fiesta? ¿Crees que en estos momentos
podemos permitirnos una fiesta? ¿Eres un borracho? ─preguntó el tercer hombre.
─¿Cuál es tu nombre, chico?
─Alec ─mintió.
─¿De qué clan te has escapado, Alec? ─preguntó
el que le apuntaba con el arma.
─¿Clan? ¿Qué narices me estáis contando? ─dijo
Colin abrumado. ─Ya está bien de bromas. ¿Qué queréis? ¿Dinero? Me temo que he
gastado todo el que tenía.
Colin se dispuso a levantarse y hacerles
frente pero uno de ellos le propinó un sonoro puñetazo en la cara que le obligó
a quedarse donde estaba.
─¿Pero qué haces, tío? ¿Estáis locos?
─¿De qué tío estás hablando? ─le preguntó
el más entrado en años.
─¿Qué? Joder, seréis cabrones, ¡estoy
sangrando! ¿Se puede saber de qué vais? ─dijo Colin limpiándose la sangre del
labio. ─Me lo habéis roto joder, os he dicho que no tengo dinero. Y no tengo
tiempo de jugar a acertijos con tres locos vestidos de señoras. Os podéis meter
esa ridícula espada por el culo ¿me escucháis? Al próximo que me toque no lo
cuenta.
Colin volvió a levantarse con la mirada desafiante
y el hierro que rozó apenas su piel hizo que brotara sangre de su brazo.
─¡Ah! ─gritó al sentir el dolor. Aquella
espada no era de juguete…
─Responde chico, no termines con nuestra
paciencia. ¿A qué clan perteneces y qué haces en nuestras tierras?
─¿Qué clan? ¿Estáis locos? Yo no
pertenezco a ningún clan.
─¿Eres un errante?
─Madre mía, estáis completamente chiflados.
Pero os aseguro que la policía se encargará de vosotros.
─¿Qué dice? ─preguntó uno de ellos.
─Bueno, se acabó. Tienes agallas, chico, pero
no podemos dejarte libre. El jefe del clan se encargará de ti y reza porque no
descubramos que eres un espía. Murdock, cógele ─ordenó el que portaba la
espada, quien la envainó en ese momento.
El que se hacía llamar Murdock de
inmediato se abalanzó sobre él sin ningún miramiento y consiguió, a pesar del
forcejeo, atarle las manos tras la espalda mientras Colin gritaba improperios.
─¡Esto es un secuestro! ¡Jodidos
chiflados! ¡Os vais a arrepentir de esto! ¡Dejadme, maldita sea! ¡Mis amigos me
estarán buscando. ¡La policía vendrá por vosotros! ¡Grandísimos hijos de…!
Murdock le dio un golpe en la nuca y todo
se volvió negro de nuevo.
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Pobre Colin. En qué lío lo ha metido la adivina. A ver cómo logra salir de esto, o al menos disimular para que no lo maten por rarito para esa época.
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