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CAPÍTULO 3: LOS MACLEAN
Colin se despertó en aquella ocasión en
una humilde cabaña de madera. Tenía la herida del brazo vendada y el labio
había dejado de sangrar, sin embargo el dolor de cabeza no había remitido.
Cuando despejó su mente comenzó a observar a su alrededor con el fin de
encontrar una escapatoria hasta que al lado de la chimenea se encontró con unos grandes ojos azules.
─Ya te has despertado…─dijo la mujer con
el cabello del color del fuego. ─Bebe esto, te sentará bien al estómago.
Ella se levantó de la silla, vertió un
poco del líquido que se estaba calentando en la chimenea en un cuenco de barro y
recorrió la habitación con él entre las manos hasta que finalmente se lo
ofreció. Colin, desconfiado, no movió ni un solo músculo.
─Son hierbas, no te harán mal. Y
tranquilo, no están envenenadas. Murdock podría haberte abierto la cabeza con
solo una mano cual nuez, pero de momento eres más útil vivo.
─¿Por qué? ¿Qué queréis de mí?
─Eso depende. Por el momento hazme caso y
bebe, yo tan solo soy la curandera del clan, no me interesan vuestras guerras
lo más mínimo.
─¿Guerras? ¿De qué estás hablando?
─No creas que por el hecho de no
interesarme soy una ignorante. No soy estúpida así que no intentes jugar
conmigo. Te aseguro que la inteligencia puede hacer mucho más daño que la
fuerza bruta y yo conozco todos los remedios para provocar un daño que ni
podrías imaginar. Así que bebe y obedece ─ordenó con un tono demasiado
intimidante.
Colin bebió un sorbo ante la mirada fría y
severa de aquella mujer, quien relajó su semblante al ver que cumplía su deseo.
Un sabor ácido le quemó la garganta y comenzó a toser.
─Mucha espada y poco aguante ─susurró ella
con una sonrisa en los labios. ─¿Cómo te llamas?
─Alec ─respondió rápidamente.
─¿Cuál es tu nombre? ─preguntó de nuevo. ─Y
te advierto que no habrá una tercera oportunidad. Esta es la segunda vez que me
tomas por imbécil. Sé leer las miradas y la mentira es siempre transparente.
─Me llamo Colin ─dijo finalmente.
─Bien, Colin. ¿A qué clan perteneces? ─preguntó
mientras se recostaba sobre la silla que había al lado de su cama.
─Yo no pertenezco a ningún clan.
─¿Entonces? ─preguntó ella serena mirándole
fijamente.
─No sé de qué me estáis hablando, ¿de
acuerdo? No sé cómo he llegado a este lugar, pero si sois una secta o algo así
os aseguro que yo tampoco soy estúpido. Yo…
─Dame tu mano ─le cortó ella.
─¿Qué?
─Que me muestres tu mano.
Colin acercó la palma hacia la mujer y
ella la cogió suavemente, observándola y una expresión de sorpresa se reflejó
en su rostro.
─Un viajero… ─susurró.
─Sí, he venido de vacaciones con unos
amigos pero dudo mucho que eso aparezca en mi mano ─dijo Colin apartándose de
ella. ─¿Os aprovecháis así de los turistas aquí o qué clase de broma es esta?
─Escúchame ─dijo ella agarrándole de los
hombros. ─Eres un viajero del tiempo. No deberías estar aquí.
─¿Un viajero del tiempo? ¿Qué estás
diciendo?
─Estamos en el año 1784. ¿De qué época
vienes?
─¿Q.. qué? ¿C… cómo?
─¡Contesta!
─2019.
─¡Santo Dios! ─exclamó la mujer mientras
se levantaba y se llevaba las manos a la boca. ─Había escuchado hablar de
vosotros, habéis sido protagonistas de las leyendas de los druidas desde
siempre.
─¿Druidas? ¡Yo debo buscar a un druida! ¡Tienes
que ayudarme!
─Tranquilo, Colin. Respira, estás
hiperventilando. Escúchame con atención. Nadie, ¿me oyes? Nadie debe saber que
eres un viajero. Es muy importante, no lo comprenderían y podrían llevarte a la
hoguera. ¿Me has entendido?
─S…s…sí.
─Te ayudaré a volver a tu tiempo, pero me
temo que debes tener paciencia. Y, sobre todo, tienes que hacer lo que yo te
diga, ¿entendido?
Colin, aturdido por los acontecimientos,
tan solo pudo asentir.
─Bien, tenemos solo unas horas para
ponerte al día antes de que vuelvan. Necesito que tengas la mente despejada,
así que te voy a preparar más hierbas que te ayudarán. Antes de nada, mi nombre
es Evanna. Y ahora empezaré por lo más importante: estás en tierras del clan
Maclean…
Evanna, mientras cocinaba más brebajes,
comenzó a explicarle todo lo relacionado con los clanes escoceses, las normas y
leyes, las rebelión jacobita, la vida en sociedad… E, incluso, le encontró unas
vestimentas más adecuadas para la época. Pero sobre todo, insistió en lo que
debía decir frente al jefe del clan Maclean cuando le llevasen ante él.
─Recuerda, esta gaita puede salvarte la
vida, en ningún momento te separes de ella.
Unas horas más tarde, unos rostros
familiares aparecieron por la puerta.
─Bienvenidos de nuevo, señores ─les saludó
Evanna con una amplia sonrisa.
─Veo que ya le has adecentado ─contestó el
que hacía unas horas le había apuntado con una espada.
─Por supuesto, Hamish. Siempre a vuestra
disposición.
─Si está listo, nos le llevamos. Sloan ya
ha regresado, hemos de llevarle frente a él.
─En ese caso os acompaño.
─¿Desde cuándo te interesan los asuntos
políticos, mujer? ─preguntó Murdock.
─Desde que irrumpís en mi casa con un
desconocido. Quiero saber quién es ─le retó.
─Mira que sois chismosas…
─No te consiento que me hables en ese
tono, bastardo asqueroso. Te iría mucho mejor con las mujeres si nos tuvieses
un poco más de respeto.
─Basta ya ─indicó Hamish. ─Siempre igual.
Me colmáis la paciencia. Evanna, sabes que puedes acompañarnos. Murdock,
encárgate del chico.
Murdock obedeció a regañadientes y agarró
de nuevo a Colin.
─Bruja ─susurró al pasar al lado de
Evanna.
─Animal.
Y los cuatro salieron de aquella cabaña al
encuentro de Sloan, el jefe del clan Maclean.
Qué bueno que encontró a Evanna. Alguien tenía que ayudarlo o no hubiera podido pasar de ahí. Muero de curiosidad por ver qué mentira le ha inventado para que el jefe del clan Maclean le perdone la vida.
ResponderEliminarVoy a ver el final.