RELATO | LA JUSTICIA DEL DIABLO



Comenzó siendo un juego. Un juego para la noche de Halloween. Corrimos hacia el cementerio con nuestros vestidos blancos y nuestras coronas de flores. Allí nos estaba esperando la Maestra, como se hizo llamar. Nos recibió con una cálida sonrisa y una mirada impaciente. Se aseguró de que todas habíamos acudido. Las doce mujeres de la clase. Aunque faltaba una. Y nos condujo hasta una zona iluminada por las velas que rodeaban un gran altar y, tras él, atada a una gran cruz se encontraba Meredith, con los ojos llenos de lágrimas y temblando.
─Hermanas, nos hemos reunido hoy para hacer justicia. La hermana Meredith ha obrado mal, como todas sabemos, y ya no es bienvenida en nuestro círculo. Esta noche, bajo la luz de nuestros ancestros será juzgada y castigada por su alma impía. Colóquense en sus posiciones, hermanas, para comenzar el ritual de expulsión.
Todas nos colocamos alrededor de la cruz y, delante de Meredith, la Maestra se arrodilló en el pequeño altar. Cogió unas maderas y flores y las colocó bajo la cruz.
─Cantemos, hermanas, para que Él venga y nos muestre su camino. Él nos guiará.


Un susurro entonó un cántico antiguo que la Maestra nos había enseñado días atrás. Lo repetimos una y otra vez hasta que la Maestra levantó los brazos y, de nuevo, se hizo el silencio.
─Está aquí ─susurró con un hilo de voz. ─Ven a mí. Muéstrame tu palabra. Seré tu carne. Completa tu obra a través de mí ─dijo mirando al cielo, con los brazos extendidos y una sonrisa de satisfacción.
Y, a continuación, su cuerpo convulsionó. Algunas aplaudieron, otras se asombraron.
─Meredith ─dijo la Maestra con una voz gutural. ─Has seguido el camino erróneo. Pero Él es misericordioso y te va a dar otra oportunidad.
Todas asentimos, conformes, y Meredith dejó salir un suspiro de alivio.
─Él te da la oportunidad de estar a su lado en los años venideros y hacer cumplir su obra y palabra. Pero todo tiene un precio. El fuego purificador te salvará.
Y acto seguido prendió una antorcha y se acercó poco a poco a la cruz.
─Pero, ¿qué estás haciendo? ─gritó Paola.
─El fuego purificará su alma y encontrará su sitio junto a Él en la otra vida, pues en ésta no ha sabido encontrarle.
─Marga, basta ya. Ya es suficiente. Ya has conseguido asustarla. No lo volverá a hacer ─recriminó Paola.
─No te atrevas a abandonar el círculo. Es Su Palabra.
Paola corrió hacia ella.
─Dame la antorcha. Ya está bien.
─Vuelve a tu lugar. Te lo ordeno ─replicó la Maestra con un tono amenazante.
─Paola tiene razón ─se escuchó. ─Ya ha aprendido la lección.
─Esto es lo que has conseguido. La rebeldía tendrá su castigo.
─Deja de decir chorradas de una vez.
Paola se dirigió hacia Meredith con intención de desatarla, pero la Maestra le clavó un puñal por la espalda.
Todas nos aterrorizamos y Meredith gritó.
El cuerpo de Paola cayó inerte.
─La rebeldía y la desobediencia son castigadas. No encontrarán el perdón.
─Pero ¿qué has hecho? ─susurré.
La Maestra se acercó el puñal a la boca y relamió la sangre. Entonces reinó el caos.
Muchas se abalanzaron contra ella. Algunas intentaron huir, pero algo las impedía marcharse. Finalmente, todas caímos al suelo. Un dolor agudo apareció en mi cabeza, en lo más profundo de mi ser. Nuestros gritos rompieron el silencio de la noche. Entre espasmos vimos cómo la Maestra bebía la sangre de Paola. Vimos cómo de su cabeza brotaban dos cuernos y sus ojos se volvían completamente negros como la noche. Gritó unas palabras que no pude entender y una fuerza me puso en pie, junto con mis otras compañeras. Todas volvimos a estar en círculo. El dolor aún continuaba, era tal que me nublaba la vista.
Lo último que recuerdo fue ver cambiar los ojos de todas. Ojos negros como los de la Maestra. Los gritos cesaron. Ella nos dio una vela a cada una de nosotras. Y mis pies comenzaron a caminar hacia la cruz. Meredith gritaba, lloraba y pedía ayuda. El círculo comenzó a hacerse más y más pequeño, al son del cántico de la Maestra y, cuando su voz se apagó, todas dejamos caer nuestra vela. Lo último que vi fue fuego y lo último que escuché, un grito de dolor desgarrador. Fue la última vez que vi a Meredith y fue la primera que le vi a Él. A nuestro creador.
  
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