SEPTIEMBRE



Septiembre te asusta. Lo sé.

Porque el tiempo se acabó frente a tus ojos y esos últimos segundos te arrastraron a años luz.

Porque los principios y los finales se enredan y no dejan espacio para ver dónde empieza y termina cada cual. 

Porque significa dar un paso atrás y dicen que es para coger impulso, pero tú no lo tienes tan claro.

Porque pasas de ver el firmamento en el cielo despejado a la oscuridad de debajo de tu cama. 

Porque vuelves a comer polvo cada vez que caes y te aterra abrazar la escarcha. 

Porque vuelves a llevarte el aire a la garganta mientras te desnudas para no estorbar. 

Porque te sangran los pies de tanto andar. 

Pero también sé que tus monstruos a veces, muchas, te temen. 

También sé que cuando pisas haces que tu caos pierda el equilibrio. 

También sé que detrás de tu sonrisa hay muchas noches sin dormir. 

Ahogo.

También sé que te abrazas cada día antes de cerrar los ojos. 

Amor.

También sé que te has hecho experta en curarte las heridas con los labios cosidos. 

Vacío.

También sé que por cada arañazo y por cada gota has dibujado un arcoíris en tu cielo azul. 

Siempre azul.

También sé que has caminado kilómetros buscando agua que calmara tu sed porque nunca te fue la embotellada. 

Manantial. 

También sé que el corazón se te encoge pidiéndote una tregua, pero que no eres capaz de hacerlo parar.

Movimiento.

Sé que tu mente va a mil por hora, más deprisa que tus propios pasos. 

Que tu propio ritmo. 

Que tu propio aliento. 

Pero te he visto crear un templo de los escombros. Y volver a poner una piedra allí donde la convulsión la hizo caer. 

Una y otra vez.

Secarte el sudor de tu esfuerzo.

Una y otra vez.

Te he visto mirarte al espejo para pintarte las marcas de guerra, a través de la profundidad de tus ojos.

Te he visto remar en círculos hasta que encuentras tu camino y saber a dónde jamás regresar.

Te he visto recibir los golpes en la diana de tu alma, porque no conoces coraza.  

Te he visto ganar siempre. Incluso cuando perdías. 

Arder en el fuego y respirar bajo el agua. 

Volar pese a que te aseguraron que no podrías.

Así que, niña, vuelve a abrazar a tus monstruos, levanta la mirada y agárrate fuerte porque es momento de continuar. 

Contigo.

Conmigo.

Ahora.

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