BANDA SONORA



Sábado noche. La ansía con fervor. Su existencia se reduce a unas pocas horas sobre tacones, bajo maquillaje y en compañía de unas “amigas” que no la llenan lo suficiente, con las que tiene que conformarse. Son las “únicas marchosas que saben divertirse”, aunque no tengan reparo en dejarla tirada a la primera de cambio.

Sábado noche. Seis largos días de espera. Pero ya está lista para ser deseada. Su conjunto más sugerente tiene nueva percha, con más curvas que la anterior. Desde la entrada en el primer cuchitril, donde la esencia de cualquier perfume queda menospreciada por el hedor del alcohol y las feromonas, comienza a contonearse. No va de caza. Se contenta con alguna mirada lasciva a su trasero. Sabe que no llegaría a nada más, pero el poder que siente cuando los príncipes azules caen a sus pies es su alucinógeno favorito. Más eficiente que todos esos medicamentos que toma a diario. Un subidón para su fuerte autoestima. Cruce de miradas. Una sonrisa. Una breve conversación trivial que seguramente no recuerde cuando despierte y quizás algún beso del que jurará no arrepentirse. Intercambio de números de teléfono y comienza nuevamente el círculo vicioso. 

El lunes llega al aula. Maestra sin vocación que ha encontrado en sus alumnos un salvavidas. La colman de dibujos, de atención, de te quieros, de piropos… Recibe cada día un cariño infinito que la mantiene en pie cuando la injusta vida la abofetea de nuevo. Es jueves y la intensa conversación se ha ido apagando.

“Tú y yo no tenemos nada. No te debo nada.”

“Ya lo sé.”

Pero no lo sabe. Se engaña a sí misma cuando es incapaz de burlar a los demás. Pero el siguiente sábado será diferente. Comienza de nuevo el ritual. Minifalda, cosméticos, amigas y sus locuras. Flirteo mal llevado y un antifaz. Y decenas de ojos viendo cómo mueve su culo al bailar. Y la verdad la mira al final de cada copa, la única que se se atreve a adentrarse en sus ojos, aunque ella prefiere lo superficial. “Son todos iguales”, se dice cuando el príncipe se convierte en rana. Pero le quedan sus adorables niños. Esas pequeñas criaturas que no tienen suficiente con abrirse paso a un mundo hostil, sino que además tienen que cargar con tal responsabilidad. Se vuelven las tornas. Los niños deben salvar a la maestra. Aunque ella se siente plena cuando alguno aprende a sumar. Pero la ecuación siempre se rompe. Su mentira, que tiende a infinito, la obliga a continuar. Nada sale como espera. Los tíos son unos cabrones. El peso en su espalda no cesa. Ha terminado siendo adicta a la receta, a esas pastillas con prospecto, pero sin aviso. La monotonía la asfixia, o eso repite cada fin de semana. 

Y así se suceden los días y las semanas. Con la compañía de unos niños que ocupan un vacío que anhela. Con unas amigas con las que no puede hablar. Con un amor propio impostado. Con la hipocresía compartida en redes un 23 de abril elogiando la compañía de los libros que nunca lee, mostrándose interesante, cuando lo único que da valor a su vida es la oscuridad tras los focos una noche a la semana.

***

Y la banda sonora de su vida continuó siendo una canción de reggaetón.

6 comentarios

  1. ¡Uffffffff! Mucha rabia y sobre todo soledad. No sé si los niños lograrán salvarla de ella misma, pues me temo que ese es su peor enemigo, en realidad. Me ha chocado leer lo de "maestra sin vocación", supongo que porque yo siempre tuve claro que quería ser profesora, aunque por desgracia la vida me ha llevado en una dirección muy diferente, sí estudié magisterio y lo hice porque era lo que de verdad quería. Supongo que nunca me había planteado que puede haber profesores que no querían serlo.

    Volviendo al relato... ¡Ojalá aprenda a valorarse y se salve a ella misma! No creo que sea bueno delegar en otros esa redención personal.

    Un abrazo y cuídate, por favor.

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    1. ¡Hola guapísima!
      Compartimos opinión. Los niños no van a salvarla, no es su responsabilidad. Simplemente ni ellos ni nadie pueden hacerlo. Es un ejemplo que me toca de cerca, pero se puede extender a cualquier otra profesión o a cualquier ámbito. Muchas personas tienden a refugiarse en otras como vía de escape a sus frustraciones pero, como dices, nadie te puede salvar, más que tú mismo. También espero que consiga valorarse y, sobre todo, que termine escuchándose. Porque tiene la verdad y la oportunidad al alcance de la mano.
      No sabía que también compartimos profesión. Quizás en tu caso no haya sido así, yo desde luego me he encontrado a muchos profesionales de la educación sin vocación. Como ocurre en todas partes.
      Muchas gracias por participar en mi crítica, Rebeca.
      Espero traer escritos más optimistas, aunque estos días me cuesta bastante que así sea.
      ¡Un abrazo enorme, guapa!

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  2. Vaya relato más estremecedor, una vida vacía que intenta llenar con lo que va encontrando en el camino, en este caso los niños, por que es incapaz de valorarse, de darse cuenta que es su más horrible enemiga.

    El desamor no es culpable de que no se quiera a sí misma y el amor no compartido tampoco.
    Me ha gustado mucho, por que refleja más realidad de la que uno espera, mucha gente vive así.
    Un abrazo muy grande y cuídate mucho.

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    1. Muchas gracias, Mariola.
      Sí lo veo bastante realista, como dices, mucha gente vive así.
      Gracias por tu visita.
      Un abrazo enorme.

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  3. Espero que esos niños lleguen llenar su autoestima de luz y la saquen de ese pozo en el que se está metiendo, de esa soledad a la que se está abrazando. Debe salir de su zona de confort. Buscar en otro sitio. Cambiar de banda sonora.
    A veces yo también me he sentido así, un fraude, sola, perdida, hundiéndome... ¡Bufff! Bien descrito. Me ha gustado. ¡Quiérete mucho!
    ¡Nos leemos!

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    1. ¡Hola!
      Yo creo que la autoestima se debe encontrar en uno mismo. Que la gente puede ser un gran apoyo, pero al final la vida es de cada uno y no se puede vivir reflejado en los demás. Es mi humilde opinión.
      También pienso que estaría bien que cambiase su banda sonora. Espero que consiga hacerlo. Y espero que estés mucho mejor.
      Muchísimas gracias por tu comentario.

      Nos seguimos leyendo. ¡Un abrazo!

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