LA BRÚJULA




Todo lo que dejé por escrito antes de marchar ahora arde en la hoguera del salón. Buscaré todas las preguntas entre las cenizas sin preguntar por qué, aunque la llama ya haya alcanzado la médula. Aunque el ardor galope por las venas, despreocupado por cualquier respuesta. Aunque el mundo arda entre los dedos. Porque haga lo que haga siempre termino siendo fuego. 

Y me llenaría con un suspiro si eso fuera suficiente. Viajera en el viento que no pedirá prestadas las alas de nadie. Que las nubes desgarradas ya no son capaces de formar un colchón. Que la brisa siempre borra el camino fácil. Que solo escucho el eco del tiempo y de todos esos versos que domaron el ciclón. Aunque el mundo se vea sacudido por el tornado. Porque haga lo que haga siempre termino siendo vendaval.

Fuera llueve y el río se desborda. El silencio siente celos de un sonido tan bello. Suena a canción de cuna que lo invade todo. Petricor. Llega la tormenta de verano y las gotas de lluvia arrasan con todo a su paso. La máscara de pintura termina desapareciendo. La lluvia y las olas se fusionan para ser uno. Y la calma del mar me mece. Y la furia del océano me da fuerzas. Aunque el mundo se ahogue y naufrague. Porque haga lo que haga siempre termino siendo agua. 

En el suelo veo mi propia sombra. La arena se deshace, ya no es estable. Pero yo siempre he sido junco. Las promesas me balancean y solo espero que si tengo que caer sea mirando tus ojos. Siempre encuentro firmeza tras el golpe. Aunque hoy el mundo no sea nuestro. Aunque seamos roca y arcilla. La casa en ruinas esperando que la vuelvan a construir. Quizás algún día, pero no esta noche. Porque siempre termino siendo tierra salvaje. 

6 comentarios

  1. Precioso el relato, deja una sensación agridulce, pero me encanta dentro de la debilidad, la sensibilidad y la fortaleza que desprende. Un saludo.

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    1. Muchísimas gracias, Mariola. Un placer, como siempre, tenerte por aquí.
      Te mando un abrazo. Cuídate.

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  2. Y yo, a pesar de todo, y del sinsabor que nos dejan estas líneas, me alegro de que siempre termines siendo tierra salvaje. Precioso y atronador por todo lo que evoca.

    Un abrazo, Sara.

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    1. Muchas gracias, Rebeca.
      Encantada de leer tus comentarios siempre.
      Un abrazo enorme.

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  3. A mi me transmite tristeza, una tristeza desgarradora. Una desazón sin consuelo. Fuerza, tal vez. Pero dolor también aunque, con cierta calma, ¿no?
    Suelta lastre estos días y si esto escribes, esto deberá ser. Tiempo habrá para la alegría.
    Un abrazo.

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    1. ¡Muchas gracias!
      En estos momentos de tristeza infinita cuesta escribir algo positivo. También viene bien, como dices. ¡Un abrazo enorme!

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