El
último rayo de sol del verano dio paso a una noche iluminada por las hogueras
prendidas en la playa. Dicen que cada estación te renueva y te llena de nuevos
sueños y nuevas metas. Comenzaron a repartir las bengalas. Antes de que llegara
la media noche debías haber pedido un deseo. Un deseo que se cumpliría en
otoño. Siempre me pareció una tradición ridícula, como la de comer uvas en fin
de año. Y ese día no cambié de parecer, aunque sí cambió mi forma de ver las
cosas, porque mi deseo sí se cumplió. Allí estaba él, disfrutando de su soledad
mientras la arena le acariciaba los pies y, distraído, observaba la espuma de
las olas, como si en realidad fuesen sus pupilas las que burbujearan. Como si
su corazón y el más pequeño recoveco de su alma se fundiesen con aquella imagen
absorbida por su retina. Siempre me pregunté qué esconderían sus pensamientos. Cuando
mi bengala estaba a punto de apagarse, y con la crueldad egoísta a la espalda
por haber roto aquel maravilloso y mágico instante,me senté a su lado y le
regalé un secreto:
─No
quiero que vuelva a ser como antes. Quiero que SEA. Quiero que me dejes entrar.Quiero ser contigo.
Y,
sorprendido, y con esa media sonrisa, y sin decir una sola palabra, asintió. Y
el sonido de las olas fue el instrumental que necesitamos para, poco a poco,
ser juntos.
Awww qué bonito te ha quedado, cuanta ternura me dio este relato ♥
ResponderEliminarUn beso guapa :)
¡Muchísimas gracias guapa! ^^
EliminarMe alegra que te haya gustado ^^
¡Un besazo!