RETO LITERUP #8 | VOZ EN LLAMAS

Reto literup: 52 retos de escritura para 2020.

Reto 8: La fantasía es la protagonista. Esta semana escribe un relato de este género.

Corrió hacia lo alto de la ladera para contemplar la escena épica que estaba teniendo lugar en aquel atardecer. Con el corazón en un puño y los cuádriceps ardiendo contempló desde allí la batalla que prometía la libertad o el sometimiento. Observó a aquella criatura alada y recordó todo lo que representaba para su pueblo. Seguía en pie, firme, sin apartar la mirada de su contrincante. Irradiaba firmeza, valor, aplomo. Desprendía una energía y carácter desbordantes. 

Recordaba haber adornado de flores su templo cada primavera desde que tenía uso de razón. Ese templo, ahora derruido, que había sido seno de su niñez y juventud. Refugio cuando el viento decidía cambiar de dirección y perdía nuevamente el norte. Volvió a escuchar la sabiduría de su maestro en su cabeza. Tantas y tantas veces había sentido cómo la verdad de sus enseñanzas se había abierto paso en sus propios pensamientos. Como afluentes de un río que termina desembocando en el océano. Rememoró su cálido recibimiento, acompañado del sol o de la luna. Del asfixiante calor o de la escarcha. Siempre presente. Siempre dispuesto. Siempre velando por todos. Un ser ancestral. Mágico. No sería un final justo. 

El hombre armado, seguido de sus jinetes, volvió a atacar. Esta vez alcanzó carne. La lanza se incrustó en su inmensa cola. El dragón gimió, alzando su cuello hacia la bóveda celeste. Lo habían rodeado. Extenuado. Pero cogió impulso y se elevó en el aire, desplegando sus majestuosas alas. Sus escamas relucían con el reflejo del sol. Sin duda era el ser más hermoso que podía llegar a existir en ese mundo. 

Y se miraron.

«Haz algo,» imploró el muchacho.

«No puedo.» Se excusó la criatura en el aire.

«Pero eres un dragón. Eres nuestro Rey. Nuestro Padre. ¡Has de velar por la prosperidad de tu pueblo!» Insistió el joven con lágrimas de impotencia en los ojos.

«El tiempo de este rey ha terminado. Otro debe ocupar mi lugar.»

«¿Quién? Iré a buscarlo. Te ayudaremos. Podemos hacerlo.» Reiteró el humano, desesperado.

«No hará falta. Lo has encontrado. Si no disminuyes el volumen de mis palabras no podrás escuchar tu cometido. Quizás silenciando mi voz consiga hacer brotar la tuya. Demasiado tiempo ha vivido contenida. Estás preparado.»

Y tras esa promesa la luz del faro de su pueblo se apagó.

Esa flecha acertó de lleno en el corazón del ser alado y, por consiguiente, en todos y cada uno de los corazones que habitaban esa tierra. 

Vio el cuerpo inerte caer, desplomarse ante el odio saciado de aquellos hombres que acababan de arrebatarle todo su universo. Su Credo. Su razón de ser. 

Apretó los puños con fuerza y comenzó a temblar. Un ardor comenzaba a recorrer su espina dorsal. Notó la ira mitigada por una sensación extraña, poderosa. Un latigazo atizó su alma y el dolor le hizo gritar. De su garganta brotó una llamarada cegadora. Fuego. Partió en mil pedazos la roca en la que se encontraba con las garras, antes manos de hombre inexperto y atemorizado. Sus sentidos se agudizaron y se perdió entre las nubes, donde concluyó su transformación. 

Desde allí arriba observó cómo los últimos rayos de sol desaparecían y creyó ver en ellos un rostro familiar que le colmó de valentía.

«Estás preparado.»

Y con determinación el nuevo Rey se dispuso a defender a su pueblo.